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A raíz de que al inicio de su gestión en 2006 el presidente mexicano, Felipe Calderón, decidió emprender una lucha frontal contra el crimen organizado, la violencia se desató con más fuerza de norte a sur y de este a oeste en el país. Pese a los operativos llevados a cabo con la presencia del ejército en las calles de los estados del norte, la inseguridad y los actos violentos no sólo no han sido controlados, sino que incluso se han incrementado.
En todo lo que va del sexenio 2006-2010 el último semestre ha sido el más violento, registrando de enero a junio más de 5.000 muertes ligadas al narcotráfico. Al cerrarle espacios a los delincuentes, el gobierno ha generado que los carteles de la droga se peleen entre ellos por zonas de control, y a diario se producen ajustes de cuentas entre bandas que terminan afectando a la población civil, ya que muchas veces los ciudadanos quedan atrapados en el fuego cruzado o son atacados por equivocación.
Por otra parte, cada vez que el gobierno propina un duro golpe al narcotráfico los criminales responden con mayor violencia contra las instituciones de seguridad y el propio ejército. La situación es aún más delicada ya que la delincuencia organizada ha diversificado sus actividades, llegando a extorsionar a comerciantes y a secuestrar personas sin importar sexo, edad ni nivel económico, con el fin de hacerse con dinero fácil.
A pesar de los esfuerzos del gobierno federal y, en mucha menor escala, de los gobiernos estatales y locales, que en algunos casos se sospecha incluso que pueden estar fuertemente infiltrados por el narcotráfico, se ha fracasado por el momento en el intento de rescatar a México de la violencia y de la inseguridad.
No satisfecha la delincuencia organizada con el enorme poder económico que tiene, ha empezado a buscar también el poder político tratando de intervenir en las elecciones y en la designación de funcionarios. El caso más reciente y más notable fue el asesinato del candidato a gobernador del estado de Tamaulipas a unos días de las elecciones.
Este episodio generó un ambiente de miedo, que incluso llevó a la renuncia a algunos funcionarios de institutos electorales, así como a funcionarios de casilla. Sin embargo, pese a la amenaza del abstencionismo por miedo, la jornada electoral superó cualquier expectativa y se llevó a cabo sin ningún contratiempo.
Ante la sorpresa de propios y extraños, de doce gobernaciones en juego el PRI -que había anunciado una victoria contundente-, sólo gano nueve. Puede afirmarse entonces que resultó exitosa la alianza de los partidos de oposición PRD y PAN, que arrebataron al PRI los estados de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, controlados durante años por el tradicional partido.
Así, los ciudadanos de los tres estados antes mencionados decidieron cambiar por la vía democrática un gobierno que no les había sido satisfactorio. Por otro lado, se encuentran pendiente los resultados de dos estados en donde la diferencia es mínima y se espera un conteo de voto por voto.
Con reportes aislados de robo de urnas y de actos de violencia entre partidarios, la jornada electoral salió adelante. Hoy, nuevamente el tema de hacer un frente común contra la delincuencia organizada se ha puesto sobre la mesa con la convocatoria del presidente Calderón a un pacto de unidad entre todos los actores políticos. Falta ver si los partidos de oposición están dispuestos a dejar de lado sus intereses personales o de partido por el bien de México y de los mexicanos.