El pedido de “coloniaje ingles” - Misión Alvear-Garcia ante Lord Strangford
El Alto Perú había pertenecido al Virreynato del Río de La Plata, y su irreparable separación parecería incomprensible, si no se tuvieran en cuentan ciertos aspectos, como la incorregible envidia de Rivadavia hacia San Martín, y el permanente boicot a la campaña libertadora por parte de “Rivadavia y sus satélites”, que no eran otros que los miembros de las logias con la que San Marín se había enfrentado. Y detrás de las logias, estaba el imperio británico. (Ver la Logia Lautaro)
“Rivadavia era incapaz de lealtad, honestidad o siquiera buenas maneras en sus relaciones con los hombres que lo rodeaban con quienes estaba obligado a llevar los negocios de la comunidad. Odiaba a los hombres que eran más notables o tenían más éxito que él. No encontraba nada demasiado maligno que decir sobre San Martín y Bolívar.” (Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX. H.S.Ferns. p.178)
El Alto Perú pertenecía a la influencia del Río de La Plata, no solo territorialmente sino por afinidades y sentimientos, a tal punto que en godo Tacón castigaba severamente en Chuquisaca, a quien vistiese prenda celeste.
Muchas vidas rioplatenses se perdieron luchando en aquellas tierras contra el dominio español, pero las logias de “ilustrados porteños” no querían “ser libres”, sino “cambiar de dueños”, pasando del dominio español al dominio comercial inglés.
El 28 de enero de 1815, el secretario del Consejo de Estado parte en misión secreta a Río de Janeiro e Inglaterra. Lleva Pliegos de Carlos Maria de Alvear, para ser presentados ante Strangford y Castlereagh, diplomático y ministro del gobierno Ingles. El pliego de Alvear ante Strangford, (bastante extenso), tiene muchos párrafos significativos... “D. Manuel García, mi consejero de Estado, instruirá a V.E. de mis últimos designios con respecto a la pacificación y futura suerte de esta Provincias. (...) el país no está en edad ni estado para gobernarse y necesita una mano exterior que lo dirija (……) En esta circunstancia la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males acogiendo en sus brazos a estas Provincias que obedecerán a su Gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer...”
El Pliego de Alvear para Castlereagh era más claro todavía, y tenía algunos párrafos elocuentes…”Estas Provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su Gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que la afligen. Es necesario que se aprovechen estos momentos. Que vengan tropas que impongan a los genios díscolos, y un jefe autorizado que empiece a dar al país las formas que sean beneplácito del Rey y de la Nación, a cuyos efectos espero que V.E. dará los avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución”” (Al Vizconde Strangford, representante de S.M.B. ante Brasil. 15 de enero de 1815. Original en la Facultad de Filosofía y Letras de la Ciudad de Bs.As. Archivo García.)
Esto, que es un directo pedido de “coloniaje”, es visto por Mitre con su “singular forma de ver y contar la historia” y lo llama simplemente “pedido de alianza o protectorado”.
Como Alvear no logra que Inglaterra se haga cargo “a cara descubierta” del coloniaje político, ya que prefería el coloniaje comercial, Alvear ofrece se lo ofrece confidencialmente a Bolívar. En carta al general Santander fechada en Chuquisaca el 11 de noviembre de de 1825, el propio Bolivar revela las intenciones de Alvear:
“…la reunión de las república argentina y boliviana, llevando toda ella mi nombre; él no abandona este proyecto por nada y menos aún de llamarme a fijar los destinos del Rio de La Plata: él dice que sin mí su patria vacilará largo tiempo y que, exceptuando cuatro individuos, el gobierno como el pueblo me desean como un ángel de protección” (Carta de Bolívar a Santander. Prudencio, Roberto. Bolívar y la fundación de Bolivia. Casa Municipal de la Cultura. La Paz. 1977)
El boicot a San Martín
Ante la falta de apoyo del gobierno porteño, San Martín sede el mando a Bolivar en Guayaquil, y se retira a su chacra de Mendoza, donde sigue siendo hostigado por “Rivadavia y sus satélites”, violándole la correspondencia y hasta con un complot para asesinarlo.
Mientras San Martín permaneció en Mendoza, retirado en su chacra, Rivadavia y el gobierno de Buenos Aires lo hostilizó de todas formas. Primero le puso un mucamo como espía de sus movimientos y luego hasta le violaba su correspondencia privada. El propio San Martín se lo confiesa a O´Higgins en carta del 2º de octubre de 1827:
“...Mi separación voluntaria del Perú parecía me ponía al cubierto de toda sospecha de ambicionar nada sobre las desunidas Provincias del Plata. Confinado en mi hacienda de Mendoza, y sin más relaciones que algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me cercó de espías; mi correspondencia era abierta con grosería...”(Altamira, Luis Roberto: “San Martín. Sus relaciones con don Bernardino Rivadavia”. Impresiones Pellegrini 1950. Museo Histórico Nacional. Su Correspondencia)
El 16 de agosto de 1828 el mismo O´Higgins lo conformaba en carta a San Martin:
“...ejerzan enhorabuena su rabia inquisitorial en nuestra comunicaciones privadas que ellos no encontrarán otra materia más que la misma firmeza y honradez que no han podido contradecir de nuestra vida pública. Hasta la evidencia se podría asegurar que las ocho o diez cartas que veo por su apreciable del 29 de septiembre del año pasado se han escamoteado como las que he escrito a Ud. paran en poder del hombre más criminal que ha producido el pueblo argentino. Un enemigo tan feroz de los patriotas como Don Bernardino Rivadavia estaba preparado por arcanos más oscuros que el carbón para humillarlos y para degradación que su desastrosa administración ha dejado a un pueblo generoso, que fue la admiración y baliza de las repúblicas de América Sudeste. Hombre despreciable que no solo ha ejercido su envidia y encono contra Ud. no queda satisfecha su rabia, y acudiendo a la guerra de zapa, quiso minarme en el retiro de este desierto, donde por huir de ingratos busco mi subsistencia y la de mi familia con el sudor de mi frente...”(Altamira, Luis Roberto. Ibidem) (JS.p.36)
También a Martiniano Chilavert le refiere San Martín sobre los ataques y calumnias que recibía por parte de la prensa rivadaviana. En carta del 1° de enero de 1825 le decía:
“...A mi regreso de Perú establecí mi cuartel general en mi chacra de Mendoza, y para hacer más inexpugnable mi posición, corté toda comunicación (excepto con mi familia), y me proponía en mi atrincheramiento dedicarme a los encantos de una vida agricultora y a la educación de mi hija, pero ¡vanas esperanzas! En medio de esos planes lisonjeros, he aquí que el espantoso “Centinela” (periódico rivadaviano)principia o hostilizarme; sus carnívoras falanges se destacan y bloquean mi pacífico retiro. Entonces fue cuando se me manifestó una verdad que no había previsto a saber: que yo había figurado demasiado en la revolución para que se me dejara vivir tranquilamente” (Comisión Nacional del Centenario. Documentación del archivo San Martín. Tomo I )
San Martín decide trasladarse a Buenos Aires a darle el último adiós a su esposa que agonizante reclamaba su asistencia. Pero San Martín debe postergar su viaje ante la certeza de un complot para interceptar su viaje para prenderlo o asesinarlo, y en carta a Guido del 27 de abril de 1828 dá cuenta de ello:
“¿Ignora Ud por ventura que en el 23, cuando por ceder a las instancias de mi mujer de venir a Buenos Aires a darle el último adiós, resolví en mayo venir a Buenos Aires, se apostaron en le camino para prenderme como a un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso que se me dio por un individuo de la misma administración”. (Altamira, Luis Roberto: “San Martín. Sus relaciones con don Bernardino Rivadavia”. Impresiones Pellegrini 1950. Museo Histórico Nacional. Su Correspondencia)
El 12 de agosto falleció la mujer de San Martín en ausencia de su esposo.
Así agradecían los “civilizados” al libertador de medio continente, mientras los “bárbaros”, según la definición sarmientina, le ofrecían su ayuda y gratitud; el gobernador “bárbaro” Don Estanislao López le remite al siguiente correspondencia:
“Se de una manera positiva por mis agentes en Buenos Aires que a la llegada de V.E. a aquella capital será mandado juzgar por le gobierno en un consejo de guerra de oficiales generales por haber desobedecido sus órdenes en 1817 y 1820, realizando en cambio las gloriosas campañas de Chile y Perú. Para evitar este escándalo inaudito y en manifestación de mi gratitud y del pueblo que presido, por haberse negado V.E. tan patrióticamente en 1820 a concurrir a derramar sangre de hermanos con los cuerpos del Ejército de los Andes que se hallaban en la provincia de Cuyo, siento el honor de asegurar a V.E. que a su solo aviso estaré en la provincia en masa a esperar a V.E. en El desmochado para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la Victoria”. (Altamira, Luis Roberto. Ibidem)
En esta agradecida y emotiva carta, Estanislao López se refería a la desobediencia de San Martín a Rivadavia, que pretendía que regresara para aplastar a las provincias del interior. San Martín en cambio prefirió libertar medio continente, dejando las manos libres a López y Ramírez para que destrozaran a Rondeau en Cepeda.
San Martín en esta oportunidad, tal vez debió aceptar el ofrecimiento de López, y aplastar a “Rivadavia y sus satélites” que tanto mal le harían a la América toda. Decide en cambo su regreso solo, vestido de poncho, en una diligencia que por precaución desvía su camino, entrando en silencio en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1823, sin desfile triunfal ni saludo de una Buenos Aires ingrata y desagradecida. Es el camino al exilio, con su hija en brazos.
La República de Bolívar
Terminada guerra de emancipación, el lugarteniente de Bolivar, Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, convoca a una asamblea el 9 de Febrero de 1825, para que los representantes de la provincias del Alto Perú decidieran su destino. Esta decisión de Sucre no es aprobada por Bolívar, partidario de mantener la integridad política de los virreynatos, entre ellos el del Río de la Plata a quien pertenecía el Alto Perú. Bolívar le recrimina a Sucre la decisión, indicándole que no deben desgajarse aquellas provincias del Río de La Plata.
En obediencia a Bolívar, Sucre dirige una carta al Gobierno de Buenos Aires, donde le informa:
“El general Olañeta, negándose a su reunión con nosotros, ha persistido en sostener la causa del Rey, y nos hemos visto obligados a pasar el Desaguadero y emplear la fuerza para destruirlo y arrancarle el país. Libertada la mayor arte de este territorio, y sin un gobierno propio que se encargue de su dirección, en circunstancia que las Provincias Argentinas no han organizado aún su gobierno actual, y en que el Perú nada dispone respecto de estos pueblos, he creido de mi deber como americano y como soldado, convocar a una asamblea de estas provincias que arreglando un gobierno puramente provisorio, evite las fracciones, los partidos y la anarquía, y conseve el territorio en el mejor orden”.
Increíblemente, el 9 de mayo de 1825, el Congreso Argentino le responde a Sucre, renunciando a esas provincias:
“…es voluntad del Congreso General y Constituyente que las provincias del Alto Perú queden en plena libertad para disponer su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad”.
Esta increíble respuesta incentivando la segregación del Alto Perú, no puede explicarse sino en las directivas del “genio invisible” para valcanizar la América hispana, y en las ambiciones centralistas porteñas que miraban hacia Europa dando la espalda al interior, y talvez temieran la perdida de su liderazgo ante un territorio que para entonces doblaba en población a las Provincias Argentinas. Lo mismo había sucedido con la Banda Oriental.
Sucre hizo conocer a Bolívar esta asombrosa abdicación porteña, pero éste insiste en sus argumentos para no segregar el Alto Perú deL Río de La Plata:
“Ni usted ni yo ni el Congreso mismo del Perú ni de Colombia, podemos romper la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es que los gobiernos republicanos de fundan entre los límites de lso antiguos vierreinatos, capitanías generales o presidencias como la de Chile. El Alto Perú es una dependencia del Virreinato de Buenos Aires, dependencia inmediata como la de Quito de Santa Fe”.
Pero la actitud egoísta y cretina de los porteños, daría como resultado la segregación de aquellos territorios, con el nombre de “República de Bolivar”, más tarde “Bolivia”.´
"...Sería de no acabar si se enumeraran las locura de aquel visionario (Rivadavia) y la administración de un gran número de mis compatriotas, creyendo improvisar en Buenos Aires la civilización europea con sólo los decretos que diariamente llenaba lo que se llama el Archivo Oficial. Yo espero que Chile seguirá la marcha sólida que ha emprendido y que sus reformas las hará con pasos de tortuga” (Carta de San Martin al chileno Don Pedro Plenzueos. el 25 de agosto de 1844)
La pérdida de Tarija: otra vez Alvear
A pesar de la inaudita renuncia de Buenos Aires a los territorios del Alto Perú, Bolivar entendía que la región de Tarija estaba histórica y comercialmente unida a la región de Salta y por lo tanto a las provincias del Río de La Plata, y así se lo hace saber a Sucre, cuando aquel visita. Ante al voluntad de Bolivar, se incian negociaciones y se nombran como representantes a José Maria Serrano por parte de Tarija y a Carlos Maria de Alvear por parte de Buenos Aires.
Durante la estadía de Alvear en Chuquisaca, con la ayuda de su colaborador (el hijo de Díaz Vélez), Alvear escalaba los muros del Conventos de las Mónicas, para mantener relaciones con una monja, hermana del plenipotenciario boliviano José María Serrano.
Se conoció el asunto, y fue grande el escándalo. El mariscal Sucre aprovechó para ayudar a Alvear a que regrese precipitadamente a Buenos Aires el 17 de agosto de 1826, perdiéndose territorio de Tarija.
Fuentes y bibliografía:
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- Siles Salinas, Jorge. La independencia de Bolivia. Mapfre, Barcelona, 1992.
- Vazquez Machicado, Humberto, José de Mesa, Teresa Gisbert, Carlos de Mesa. Manuela de historia de Bolivia. La Paz, 1988.
- Obras citadas.
- La Gazeta Federal:
www.lagazeta.com.ar