La historia a medias
El sábado pasado (22 de agosto de 2009) se emitió por Canal 7 un programa de historia en el que varios historiadores hicieron referencia a interesantes datos y hechos sobre el Libertador en su exilio. Sin embargo, como suele ocurrir habitualmente, se omitieron o retacearon datos sobre la relación entre Rosas y San Martín, limitándose prácticamente a mencionar el hecho de que San Martín, en su testamento, legó su sable de la independencia a Rosas en reconocimiento por la defensa de Vuelta de Obligado.
Como sabemos según está documentado, si bien no se conocieron personalmente, hubo una estrecha relación entre Rosas y San Martín y de mutuo apoyo través de su correspondencia.
San Martín y Rosas
Desde antes de asumir Rosas su gobierno, San Martín intuye en Rosas la “mano firme” necesaria para gobernar su convulsionada Patria, en que dos facciones se desangraban mutuamente, y así se lo hace saber a Guido en su correspondencia.
“...noto con placer que la marcha del gobierno es firme...En mi opinión el Gobierno en las circunstancias difíciles en que se ha encontrado, debe si la ocasión se presenta, ser inexorable con el individuo que trate de alterar el orden, pues si no se hace respetar por una justicia firme e imparcial, se lo merendarán como si fuera una empanada, y lo peor del caso es que el país volverá a envolverse en nuevo males…(…)…Yo no conozco al señor Rosas pero según tengo entendido tiene un carácter firme y buenos deseos.” (San Martin a Guido, sede Bruselas, 8 de abril de 1830)
El 27 de abril de 1836, en Carta a Molina, le expresa “...veo con el mayor placer la marcha uniforme y tranquila que sigue nuestro país: ella solo puede cicatrizar las profundas heridas que han dejado la anarquía, consecuencia de la ambición de cuatro malvados...” y el 26 de octubre en otra carta a Guido “...veo con placer la marcha que sigue nuestra Patria; desengañémonos, nuestros países no pueden (a lo mejor por muchos años) regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos...”(Mondragón-Sulé. Op.cit)
En carta a Guido el 27 de diciembre de 1847, despojado de todo formalismo:
“...Dirá a Ud. que orejeo cada vez que veo dirigirse a nuestras playas a estos políticos y a pesar de de lo que se dice de los sinceros deseos de estos dos gobiernos tienen de concluir definitivamente las diferencias con nuestro país, de todos modos yo estoy tranquilo en cuanto a las exigencias injustas que puedan tener estos gabinetes, porque todas ellas se estrellarán contra la firmeza de nuestro Don Juan Manuel...”
En 1844, seis años antes de su muerte, San Martin en su testamento, otorga a Rosas el sable libertador:
“El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido, el honor de la República contra las injustas pretensiones de lso extranjeros que tratan de humillarla”
La historia oficial, no pudiendo ocultar el legado del sable, trata de supeditar el apoyo de San Martín al solo hecho de la defensa de Vuelta de Obligado. El apoyo mutuo va mucho más allá:
En carta a Rosas el 2 de noviembre de 1848, San Martín le expresa:
“A pesar de distancia que me separa de nuestra Patria, usted me hará justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo pa mi achacosa vejez”
“Así es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa: esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del país no ha tenido que sufrir, y por el contrario presenta a todos los nuevos estados Americanos un modelo que seguir...jamás he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante presidiendo usted a sus destinos...Esta opinión demostrará a usted, mi apreciable general, que al escribirle, lo hago con la franqueza de mi carácter y la que merece el que yo he formado de usted. Por tales acontecimientos reciba usted y nuestra patria mis más sinceras enhorabuenas.”
Finalmente, tres meses antes de su muerte, San Martín se despide de Rosas, a quien nunca conoció personalmente, con una carta que le escribe desde Boulongne, el 6 de mayo de 1850:
“...como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor, restablecidos en nuestra querida patria: y todos esos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina.
Que goce Ud. de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino. Son los votos que hace y hará sierre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota Q.B.S.M “ (Que besa sus manos) Firmado: Don José de San Martín.
Reconocía así San Martin la defensa de la dignidad nacional, y Rosas retribuyó el apoyo de San Martín a través de su correspondencia, con reconocimientos de honores y ayuda a San Martín. Entre otras cosas pone el nombre de “San Martín” a la nave insigne de la flota al mando de Brown; nombra al yerno del libertador embajador en Europa, con licencia para trasladarse y atender a San Martín según lo exigen las circunstancia de su delicada salud, lo que algunos malintencionados quisieron interpretar como un “favor” de canje recibido por el Libertador.
San Martín y Sarmiento
En el citado programa se hace también referencia a distintas visitas que recibiera el Libertador en su exilio, entre ellas la de Sarmiento. Lo que se soslaya, es la opinión que dio Sarmiento sobre San Martín luego de su visita, en que, ante expresiones adversas que Sarmiento trató de hacer sobre Rosas, es interrumpido por el dueño de casa:
“Ese tirano de Rosas que los unitarios odian tanto, no debe ser tan malo como lo pintan cuando en un pueblo tan viril se puede sostener veinte años...me inclino a creer que exageran un poco y que sus enemigos lo pintan mas arbitrario de lo que es...y si todos ellos y lo mejor del país, como ustedes dicen, no logran desmoronar a tan mal gobierno, es porque la mayoría convencida está de la necesidad de un gobierno fuerte y de mano firme, para que no vuelvan las bochornosas escenas del año 20 ni que cualquier comandante de cualquier batallón se levante a fusilar por su orden al Gobernador del Estado” (Gálvez, Manuel. “Vida de Sarmiento”. Emece Edit. 1945)
Sarmiento, despechado, le comenta en carta del 4 de septiembre de 1846 a su amigo Antonio Aberastain:
“...va Ud. a buscar al opinión de los americanos mismos (en Europa) y por todas partes encuentra la misma incapacidad de juzgar. San Martín es el ariete desmontado ya que sirvió a la destrucción de los españoles; hombre de una pieza; anciano batido y ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada y su ánimo noble se exalta y ofusca...San Martín era hombre viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez; habíamos vuelto a la época presente nombrando a Rosas y su sistema. Aquella inteligencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan penetrantes que de una mirada forjaban una pagina de la historia, estaban ahora turbios y allá en la lejana tierra veía fantasmas extranjeros, todas sus ideas se confundían, los españoles y las potencias extranjeras, la Patria, aquella Patria antigua, la estatua de piedra del antiguo héroe de la independencia, parecía enderezarse sobre el sarcófago para defender la América amenazada...” (Soler Cañas, Lusi: “San Martín, Rosas y la falsificación”)
Sarmiento calumniaba de esta forma a San Martín y lo acusaba de disminuido mental por la vejez, seis años antes de su muerte, siendo que San Martín mantuvo hasta su muerte más lucidez que todos aquellos que trataron de degradarlo.
Fuentes:
- Jorge Sulé, Lorge.“La coherencia política de San Martin"
- Castagnino L.
J.M.de Rosas. Sombras y Verdades- Obras citadas.
- La Gazeta Federal:
www.lagazeta.com.ar