¿Dónde estamos?

Argentina está situada en el Cono Sur de Sudamérica, limita al norte con Bolivia, Paraguay y Brasil; al este con Brasil, Uruguay y el océano Atlántico; al sur con Chile y el océano Atlántico, y al oeste con Chile. El país ocupa la mayor parte de la porción meridional del continente sudamericano y tiene una forma aproximadamente triangular, con la base en el norte y el vértice en cabo Vírgenes, el punto suroriental más extremo del continente sudamericano. De norte a sur, Argentina tiene una longitud aproximada de 3.300 km, con una anchura máxima de unos 1.385 kilómetros.
Argentina engloba parte del territorio de Tierra del Fuego, que comprende la mitad oriental de la Isla Grande y una serie de islas adyacentes situadas al este, entre ellas la isla de los Estados. El país tiene una superficie de 2.780.400 km² contando las islas Malvinas, otras islas dispersas por el Atlántico sur y una parte de la Antártida. La costa argentina tiene 4.989 km de longitud. La capital y mayor ciudad es Buenos Aires

PAPA FRANCISCO

PAPA FRANCISCO

El "negro" Moreno

según su nieta "La Tije"


¿Quién era él? Él era hombre, esposo, padre, abuelo, amigo, conocido y un gran deportista (remero). Él era humilde, sencillo, buena gente. No es casual que hoy le escriba y lo describa.

Él fue mi abuelo pero también fue un poco mi viejo, un poco mi amigo y otro tanto mi maestro. Como abuelo puedo decir que fue de cuento, ésos que se preocupan por uno, que nos llevan a todos lados, nos leía cuentos y en cada acción, hasta en la más simple, siempre había una moraleja.

Adoraba ir al Club de Regatas con él y dar esos paseos interminables en bote por el Río Santiago, haciendo de timonel, que no era poca cosa: iba con uno de los grandes de esa época; recuerdo lo orgullosa que me sentía, me bajaba del bote diciendo "ése es mi abuelo" y me agrandaba más y más a cada paso.

Fue un poco mi viejo, porque yo lo elegí por afinidad, bajo su sombra de hombre fuerte, duro como toro y como caballo al galope, no era raro cruzarlo por la calle caminando siempre sacando pecho, bien erguido y con su paso arrollador, es difícil explicar lo segura que me sentía. Se ocupó mucho de mí, desde el primer momento, por un tiempo casi un año viví en su casa junto con mis padres y mi hermano, me malcrió desde unos pocos meses de vida y por todo el tiempo que permanecí en su casa, haciéndome dormir con sus queridos tangos, paseándome bajo la parra de su patio viejo; hasta tanto que cuando volvimos a casa tenía que ir todas las noches a hacerme dormir si no se armaba.

Después, ya de más grande, me encantaba quedarme a dormir en su casa, porque por las noches en la zona rondaba una bruja buena, que le dejaba golosinas a los chicos, escondidas entre las plantas; era lindísimo despertarse y salir corriendo a buscar los regalos que dejaba la brujita (que aunque no tenía un mango nunca me faltaban). Un día, me acuerdo que le pedía a la bruja una pandereta y pobre lo que tuvo que caminar para que la brujita no me decepcionara, se volvió loco buscándola, y finalmente un día apareció entre las plantas.

Recuerdo también como si fuera hoy, lo compinches que éramos, me quedaba dormida con él acunada por sus cuentos, escuchábamos tangos que en ese entonces los odiaba pero los compartía y que hoy en día me encantan.

Nunca faltaba una -Meli- que llamaba desde el parque y me esperaba y al llegar hasta él me mostraba un cielo dispuesto a oscurecer y me enseñaba su belleza, me hablaba de lo maravilloso que era, y de lo importante que es la naturaleza, esas cosas simples, sencillas y bellas que siempre están ahí, casi como un fondo, un relleno, pero que si uno las aprende a contemplar se transforman en dicha y lo llenan a uno de satisfacción. Porque puede que el mundo de los hombres ande a los tirones, de mal en peor, pero esas pequeñas cosas permanecen allí, siempre bellas, siempre intactas, inalterables. Esta enseñanza o esta moraleja que ha dejado una profunda marca en mi ser es algo maravilloso, puesto que es muy difícil que a tan corta edad una persona se preocupe en hacernos entender esos valores, como el hablarnos de la humildad o de cómo se aprecia mejor la música tanto de los hombres como de los pájaros.

Fue también mi amigo, porque con él no tenía que ocultarme o estar a la defensiva. Podía ser yo perfectamente y nos entendíamos, charlábamos de cualquier cosa, nos unía un profundo respeto. Y de vez en cuando, no lo puedo negar, nos enojábamos, mejor dicho yo me enojaba y no le hablaba, pero no nos podíamos enojar por mucho tiempo y siempre me hacía lo mismo: agarraba un oso de peluche y empezaba a hablar. Lo hacía hablar y me sacaba por qué estaba enojada. Me peleaba un poquito y después de haberme convencido de romper el silencio me desafiaba a amigarnos. Y de más está decir que lo hacíamos.

Hoy, aunque físicamente no está, sigue siendo mi maestro, ya que todo aquello que me enseñó y quedó grabado a fuego en mi pensar, en mi sentir, resumiendo, en mi ser, está vigente de tal forma que sigue alumbrando mi camino.

Hoy en día me sigo agrandando cuando digo "ése fue mi abuelo", pero a diferencia de los viejos tiempos ya no está ligado a la figura de un gran remero, el campeón, sino que está ligado a esa persona que describo y a la que quiero tanto aunque ya no esté.

Por eso, GRACIAS, ABUELO, mi viejo, mi amigo, mi maestro.

La Tije