¿Dónde estamos?

Argentina está situada en el Cono Sur de Sudamérica, limita al norte con Bolivia, Paraguay y Brasil; al este con Brasil, Uruguay y el océano Atlántico; al sur con Chile y el océano Atlántico, y al oeste con Chile. El país ocupa la mayor parte de la porción meridional del continente sudamericano y tiene una forma aproximadamente triangular, con la base en el norte y el vértice en cabo Vírgenes, el punto suroriental más extremo del continente sudamericano. De norte a sur, Argentina tiene una longitud aproximada de 3.300 km, con una anchura máxima de unos 1.385 kilómetros.
Argentina engloba parte del territorio de Tierra del Fuego, que comprende la mitad oriental de la Isla Grande y una serie de islas adyacentes situadas al este, entre ellas la isla de los Estados. El país tiene una superficie de 2.780.400 km² contando las islas Malvinas, otras islas dispersas por el Atlántico sur y una parte de la Antártida. La costa argentina tiene 4.989 km de longitud. La capital y mayor ciudad es Buenos Aires

PAPA FRANCISCO

PAPA FRANCISCO

El Negro del fueye blanco

Era una voz encarnada a un bandoneón. Se desangraba al interpretar y lo transfiguraba la transfusión por ósmosis del instrumento. Podía ser un cantor, un actor y un decidor, al servicio, siempre, de letra y música, virtud de un artista dotado y donado a su oficio. Conquistaba el escenario a cuero propio, y a la manera del protagonista de la tragedia -el hombre que combate desde la vida a la muerte- agonizaba y regresaba convencido de su destino.


Lo suyo era una misa en escena, presidida por su fueye blanco, de fulgor eucarístico: Rubén Juárez, moría para nacer en el misterio del tango ritual. Así brilló, entre nosotros, invicto en su gloria.


Nos queda su apostura gardeliana de juventud y su contextura troileana de madurez. En efecto, subió de peso para filmar una película sobre Aníbal Troilo, frustrada por la desidia (con lo nuestro) de los productores argentinos. No pudo volver a su “piné” de galán latino, pero habitó su morada excedida con la ternura y el humor de un Pichuco auténtico. Y con su genio heredado, por cierto. El fraseo, genoma de su estilo -flor súbita entre los dedos - tenía la filigrana ensimismada y melancólica del buda porteño, resuelta en un irse o regresarse (Doble A adentro) hasta el hueso del alma donde palpita la infancia del paraíso.

Un frasear simultáneo entre cordajes y falanges, entre cadencia y partitura, entre metáfora y melodía. Alumbraba una criatura que respiraba y jadeaba en el parto de una vida que se canta y cuenta en un siglo de dos por cuatro. Lúcida herida que abría la música en el mar de su desvelo, respiración cifrada en una caja –catedral de sonidos-donde pájaros oficiantes rapsodian la vigilia de la porteñidad.


Verlo tocar era un trance de sangre en vilo. Semejante a una catarsis a dos manos y un corazón: yema y cuerda, el dúo de un absoluto, llamado tango.

Bosquín Ortega
en La Opinión de la Gente
http://www.laopiniondelagente.com.ar/opinion.asp?id=2090&nombre_tema=Arte+y+Cultura&id_subtema=54&nombre_subtema=Tango