En San Marcos Sierras, un pueblo cordobés fuertemente influenciado por el movimiento que en los sesentas sedujo a los jóvenes, Daniel “Peluca” Domínguez abrió en 2001 un espacio cultural para “recordar la experiencia hippie argentina” durante el periodo de dictaduras y revalorizar el aporte cultural, social y político del hippismo. Un espacio donde Peluca se hace disertador entre una obra de Minujín, un original de Storni, una guitarra de Tanguito, un libro autografiado de Ringo y uno de los únicos dos vinilos originales de la primera edición de Please Please Me del mundo.
Por Sergio Sánchez
Fotografía de María Luz Carmona
Nota publicada en 2009.
Córdoba, septiembre 3 (Agencia NAN-2009).- Escondido en un rincón del Valle de Punilla entre ríos y serranías, en la región noroeste de Córdoba, se encuentra San Marcos Sierras, un pueblo de 3000 habitantes que supo refugiar a las primeras comunidades hippies rurales del país durante la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970) y también ante el sangriento accionar de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), liderada por el nefasto ministro de Bienestar Social de Perón, José López Rega. En ese marco histórico, numerosos grupos de jóvenes provenientes de Buenos Aires y otras provincias se instalaron a fines de la década del sesenta en San Marcos para alejarse de la sociedad de consumo, trabajar la tierra sin contaminarla, potenciar la libertad, promover la paz y vivir de manera comunitaria y en armonía con la naturaleza.
Por eso, no es casual que en este pueblo, fuertemente influenciado por ese ideario, se encuentre el “primer Museo Hippie del mundo”, según asegura su creador, Daniel “Peluca” Domínguez, quien decidió en 2001 abrir un espacio cultural para “recordar la experiencia hippie argentina” durante el periodo de dictaduras y revalorizar el aporte “cultural, social y político que este movimiento consiguió plasmar en la sociedad local”, le explicó a Agencia NAN.
Con ese objetivo, Domínguez recopiló fotografías y recortes periodísticos sobre hechos que marcaron la historia del hippismo en el mundo, como el Mayo Francés o la oposición a la guerra de Vietnam; libros sobre los aspectos filosóficos del movimiento, discos emblemáticos de The Beatles, David Bowie, Luis Alberto Spinetta, Bob Marley y Almendra; pinturas y dibujos de Enrique Garaycochea, Ernesto Pesce y Martín Kovensky, vestimentas características, entre otros elementos de gran valor histórico y cultural que, muchos de ellos, fueron donados por viajeros.
Y hasta hay obras que pueden ser codiciadas por museos locales y coleccionistas internacionales: un texto original de Alfonsina Storni, una obra de Marta Minujín, una guitarra que perteneció al mítico músico Tanguito, el libro Postcards from the boys de Ringo Starr firmado por su autor y un vinilo original de la primera edición de Please Please Me de The Beatles, del cual… ¡sólo existen dos copias en el mundo!
Sin embargo, dentro de la pequeña y rústica casa que funciona como museo no sólo hay que agudizar la vista, sino también los oídos. Ya que el hombre robusto y de barba relata un texto bien ensayado sobre los precedentes del movimiento contracultural que recorre desde la vida del filósofo de la escuela de los cínicos Diógenes de Sinope, en la Atenas del 400 a.C., hasta la del predicador de la no-violencia como método de lucha Mahatma Gandhi, pasando por el célebre escritor y conde ruso León Tolstoi. Y Jesucristo, quien durante el sermón que dio en el Monte de los Olivos postuló que “la religión está basada en el amor y en la no-violencia”.
Casi sin pausa, Domínguez resaltó que Tolstoi “abogaba por la libertad de los siervos y compartía su mansión con todos los campesinos” en su libro Anna Karénina; y por eso “en su honor la primera comunidad hippie se llamó La Granja de Tolstoi”, reveló. De la misma manera, otra gran influencia para el hippismo, para nada difícil de adivinar, fue el político y pensador indio Gandhi: “El primer hombre en demostrarle al mundo que era posible conseguir cambios sociales y políticos sin violencia”, enfatizó el disertador.
De esta manera, luego de enumerar las siete virtudes que reúne el luchador de la no-violencia para poder enfrentar al opresor, el hombre de unos cincuenta años cerró su relato: "No importa lo que haga el opresor con uno ni tampoco lo que uno le haga al opresor. Lo que en verdad importa es lo que uno hace con uno". Esta idea llevó a la India a independizarse de Inglaterra y “le dio un claro ejemplo a millones de jóvenes en todo el mundo de cómo se pueden hacer las cosas".
En la actualidad, “Peluca”, como prefieren llamarlo los habitantes de San Marcos, está construyendo con miles de botellas una nueva sala para proyectar documentales y películas, y exponer objetos “que están guardados por falta de espacio”. Las botellas, que unidas formarán el símbolo hippie, contienen mensajes escritos por los visitantes luego de finalizar el recorrido. ¿Cuál es la consigna que propone el anfitrión? “Dejar eternizado un deseo para el futuro de la humanidad”.
Al pequeño museo, que se sostiene con la entrada que pagan los curiosos de todos los rincones del mundo, se llega luego de caminar casi dos kilómetros desde el centro de San Marcos, pasando el río homónimo, en el barrio La Banda. Durante ese trayecto se respira aire puro y las calles de tierra no son transitadas por automóviles de última generación. “Los vecinos de este pueblo tomamos acción social y política y no dejamos pavimentar las calles ni instalar semáforos”, se enorgullece él. “Acá --continúa-- la calidad del oxígeno es incomparable y lo más importante que logramos fue declarar a San Marcos libre de transgénicos, porque la tierra es un bien natural, como dice la Constitución. Por eso, hay que respetarla”.
Los jóvenes pertenecientes a este movimiento que en los sesenta llegaron al pueblo cordobés, declarado Territorio No Nuclear y de Protección a la Naturaleza, se organizaron de manera comunitaria y crearon huertas orgánicas para alimentarse. Pese a la gran autogestión y entusiasmo por modificar la realidad, sintieron el espaldarazo del sistema. “Los primeros hippies que vinieron tuvieron que armar escuelas porque sus hijos eran expulsados de los colegios oficiales por no contar con la ‘ropa adecuada’. Los profesores los discriminaban porque decían que ‘no estaban limpios, no se vestían bien, estaban despeinados y no tenían las vacunas’. Sin embargo, nunca se enfermaban”, defendió Peluca, hijo de esa camada de jóvenes que quiso cambiar el mundo y todavía sigue intentándolo.
Contacto: museohippie@yahoo.com.ar
Fuente: http://agencianan.blogspot.com.ar/2009/09/el-primer-museo-hippie-se-pronuncia.html
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