¿Dónde estamos?

Argentina está situada en el Cono Sur de Sudamérica, limita al norte con Bolivia, Paraguay y Brasil; al este con Brasil, Uruguay y el océano Atlántico; al sur con Chile y el océano Atlántico, y al oeste con Chile. El país ocupa la mayor parte de la porción meridional del continente sudamericano y tiene una forma aproximadamente triangular, con la base en el norte y el vértice en cabo Vírgenes, el punto suroriental más extremo del continente sudamericano. De norte a sur, Argentina tiene una longitud aproximada de 3.300 km, con una anchura máxima de unos 1.385 kilómetros.
Argentina engloba parte del territorio de Tierra del Fuego, que comprende la mitad oriental de la Isla Grande y una serie de islas adyacentes situadas al este, entre ellas la isla de los Estados. El país tiene una superficie de 2.780.400 km² contando las islas Malvinas, otras islas dispersas por el Atlántico sur y una parte de la Antártida. La costa argentina tiene 4.989 km de longitud. La capital y mayor ciudad es Buenos Aires

PAPA FRANCISCO

PAPA FRANCISCO

REVOLUCIÓN DEL LOS ORILLEROS - 5 DE ABRIL DE 1811

La noche del sábado 5 de abril de 1811, inesperada y sorpresivamente sobreviene el levantamiento de las orillas que dará fugaz tintura de pueblo a la Revolución. A las once de la noche del sábado 5 de abril se sabe que grupos de quinteros y arrabaleros, casi todos con su caballo, se juntaron en diversos lugares de la periferia de la cuidad (Miserere, Palermo Mataderos, San Telmo). En silencio iban rumbo a la plaza de la Victoria cuyo ámbito llenan a medianoche ante el desconcierto de los jóvenes de la Sociedad Patriótica –que ven materializado al “pueblo” que invocaban–, y el temor de los vecinos principales contra la chusma de las orillas (...).

Era una reacción espontánea del pueblo bajo y medio –donde se mantenía el verdadero patriotismo, sin artificios de retórica – contra las gentes de posibles y los jóvenes alumbrados de la Sociedad Patriótica que pretendían dar a la Revolución un giro extranacional. El propósito era sustituir la Junta por el gobierno “único” de Saavedra, que mantenía aún su prestigio en la masa popular; el vehículo fueron los alcaldes de la periferia, sobre todo Tomás de Grigera, alcalde de las quintas, y su intérprete el Dr. Joaquín Campana, abogado de prestigio en las orillas. (...)

A las doce de la noche, la plaza de la Victoria estaba llena de gentes que rodeaban el edificio del Cabildo en un imponente silencio. Los regidores buscaron la protección de la Fortaleza donde quisieron averiguar, con los miembros de la Junta, el origen y los propósitos de la nocturna apariencia del pueblo. Como se sabe que está Grigera, aparentemente al frente de la pueblada, se lo llama; Vieytes le pregunta en tono conminatorio quién había ofrendado la concentración intempestiva y Grigera contesta reposadamente:…. “El pueblo tiene que pedir cosas interesantes a la Patria”.

Sigue un altercado entre los “morenistas” con el imperturbable alcalde que no quería decir cuáles eran “esas cosas interesantes”, y solamente habría de explicarlas al cabildo.

Llegan noticias de aglomerarse más gente en la plaza y estar algunos regimientos plegados al pueblo, entre ellos los pocos Húsares que había en la ciudad con su Jefe Martin Rodríguez. Como los “morenistas” acorralaban a Grigera, entraron algunos individuos(...) que se limitaron a pedir que los regidores fuesen al ayuntamiento a oír el “petitorio del pueblo” y que “al alcalde Grigera se le dejase preguntar”.

A las tres de la mañana los regidores, previas garantías de seguridad, se atreven a cruzar la plaza “llena de gentes de a caballo, sin notarse la menor voz ni susurro alguno”. Aquella actitud y a esa hora, debió estremecerlos.

Una vez que en la sala de sus sesiones, el Dr. Campana les entregó el memorial de diecisiete peticiones para elevar a la junta, sin más amenaza que “el pueblo no se moverá del lugar que ocupa entretanto no queden satisfechos los votos de la manera que se pretende” (...).

Se pedía la expulsión de todos los europeos de cualquier clase y condición que sean “que no acreditasen de modo fehaciente su lealtad al gobierno”.

Advenidos los orilleros a la Junta, el tono de las relaciones con los ingleses cambiará radicalmente. (...) Campana se niega a la mediación británica “que quiere darnos por favor mucho menos de lo que se nos debe por justicia”.

El 21 de junio la Junta da otro golpe a los ingleses en lo que más les dolía, sus intereses mercantiles: a instancias del consulado prohibió la remisión de géneros ingleses al interior, derogando la disposición de Moreno que lo permitía; también que los extranjeros vendieran sus géneros al menudeo en la capital. No se contentó allí; y como los introductores ingleses, favorecidos por Larrea, demoraban el pago de los impuestos hasta vender sus mercancías, la Junta ordenó –por pluma de Campana– el 25 de junio que las deudas de los introductores con la aduana tendrían un interés de del 6% “sin prejuicio de los apremios y ejecuciones que el administrador de la Aduana estimara convenientes”.A sus enemigos natos (los jóvenes del café de Marcos y la gante “decente”) los “orilleros” agregaron a Strangford y los comerciantes ingleses.

No podrían resistir mucho tiempo esa coalición de tantos “intereses” . Campana seria depuesto y desterrado en Septiembre por una revolución, y elegida una junta entre la que figura Sarratea como “garantía de los comerciantes ingleses”. La elección no se hizo en la plaza (como lo había dispuesto Campana) sino en la sala del cabildo, entre la gente “decente” y sin permitir la entrada ni votación de la “gente de medio pelo”.

Fuentes:
- Rosa, Jose María. Historia Argentina
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar