Hace apenas un par de días o poco más que se inauguraron las remodelaciones realizadas en la Vieja Estación de Ensenada. Y realmente ya es un punto notable de atracción para ensenadenses y visitantes de otras localidades.
Es que muchos tuvimos historias más o menos antiguas vinculadas con este monumento histórico que yació en un lamentable abandono durante la mayor parte de sus últimos cuarenta años de existencia.
Por eso tanto los mayores como los jóvenes nos vemos atraídos por este símbolo que hoy luce hermoso y cuidado. Y nos acercamos para ir palpitando su resurgimiento, que excede los detalles de coincidir o no con su posible aplicación, pues ante cualquier evento solemos estar inclinados a pensar que "nosotros lo hubiésemos hecho mejor".
Ahora está remodelada y se ve bien. Preocupación de anteriores administraciones municipales, de vecinos, de turistas y de historiadores, en los últimos tiempos se convirtió en ocupación de un gobierno municipal compartida por un gobierno provincial. Y lo que era un proyecto es hoy el lugar al que se acercan quienes aplauden y quienes critican a tomarse una foto teniendo como fondo el más que centenario edificio.
"Obras son amores y no buenas razones", dijo alguien, y es muy cierto. Hay mucho por hacer todavía en la ciudad de doscientos y pico de años. Solamente hay que seguir haciendo.
Hace dos años festejamos el Fin de Año compartiendo, entre la basura y el deterioro, una sidra con Ricardo Molente, un paria a quien la vida lo había obligado a buscar refugio en ese ruinoso lugar. Este 31 de Diciembre brindaremos por él, que ya no puede verlo, frente a una nueva realidad, la Vieja Estación, que ha renacido y comenzará a dar nuevos pasos en esta segunda oportunidad que Ensenada finalmente logró para ella.
Olga Román y Daniel Galatro
con agradecimiento a todos y cada uno
que hizo algo para que esto ocurriera