Mi barrio
(Perú y San Martín)
Ensenada
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por Juan José López Moliner
- noviembre 1994 -
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Perdón por mi soberbia, el bendito lugar donde me crié, zona residencial para personas especiales. En toda regla hay una excepción, en este caso para el lugar, yo lo era.
Las casas habitadas por esas personas especiales eran simples, humildes, limpias, con aroma a flores (todas tenían jardín adelante) y con despertadores de sangre caliente (todas tenían al fondo gallinas y gallos); sus cantos ponían música a la salida del sol en el lugar y era además la señal para ir a trabajar.
Para nosotros, los chicos, otro era el sonido para despertarnos, las campanas de la Iglesia, sólo que la campana que identificaba la media hora muchas veces nos confundía; la media carrera hasta el colegio 6 (frente a la Plaza Belgrano) nos indicaba que era esta última, tarde.
Las personas que junto a las flores adornaban el lugar, tenían todas nombres, todos lindos, pues si había alguna feo, la frecuencia de su uso lo incorporaba a los lindos. Rosita Tupac mi mamá suplente, su esposo Negro y sus hijos Julio y Mirta; Dorita Pernas y sus hermanos; don Antonio Martorelli, que sin él saberlo y yo imaginarlo se convertiría en mi suegro - cuando ello ocurrió, hacía algunos meses había fallecido -, sus hijas Negra, Cuca y Beba, mi señora. Casi llegando al hospital Ensenada para esa época en construcción, Rosita Ortega, su esposo, y sus hijos Manuel y Carlitos; más adelante Don Coste y su esposa Placer, sus hijos Marta y Alfredo; Salerno, su esposa y su hija Marta; enfrente quien sería mi maestra, la señora Julia Mora, su madre y sus hermanos.
En sentido contrario al descripto anteriormente, don Jordán y sus hijos Nico, Hilario y Eli; la carnicería de Eugenio;, la verdulería de Rodolfo; Doña Ida, que nos curaba el empacho; la señora Núñez y sus hijos Titi y Tota; Don Conrado y sus hijos Juancito, Lito y Antonio; Don Salvador, su señora Agustina y su hijo Cacho; los Velutti, Tesoriero, Robuschi, Pellegrini, Pellegrino y cuántos más se agrupaban en un lugar, en ese lugar, mi barrio, donde me crié, eduqué y me enamoré.
Por supuesto que para poder interpretar el amor, la amistad y la belleza de otros seres, como los que Dios me ha permitido conocer, por tus venas debe circular sangre que contenga esos elementos, y que mis padres (también especiales) Blanca Rosa Moliner y Alberto López me los brindaron.
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YO NUNCA ME FUI
Dicen
que me fuí
del barrio.
Yo que nunca
me fuí.
Dicen
que no me ven
y yo sigo estando
allí.
Dicen
que en el lugar
no vivo.
No se precisa
estar
para respetar
la raíz.
No necesito
estar
en el barrio
cuando el barrio
está
dentro de mí.
Dicen
que me fuí
del barrio.
Yo que nunca
me fuí.
J.J. López Moliner